lunes, 25 de marzo de 2013

Género y Juventud Rural

Algunos académicos aún sostienen que en la agricultura familiar uno de sus elementos es fijo: la cantidad de trabajo del que dispone. Ésta depende del tamaño de la familia, lo cual obliga a colocar factores como tierra y capital en la mejor relación posible con el elemento fijo. El trabajo que hombres, mujeres y jóvenes realizan al interior de las explotaciones constituye una de las principales formas de supervivencia de los grupos domésticos y se suma a la realización de trabajos asalariados fuera de las comunidades que, en conjunto a otros elementos, constituyen el ingreso familiar.

De esta forma, el trabajo de cada miembro de la familia es fundamental. Las actividades concretas se definen según las funciones que las sociedades rurales asignan al sexo masculino y al femenino. Los hombres suelen dedicar la mayor parte de su tiempo a las actividades del predio, el cuidado y el mantenimiento de los cultivos y herramientas, el pastoreo de los animales, la compra de insumos y la comercialización de los productos obtenidos. Debido a esto, usualmente son considerados los jefes de familia.

Sin embargo, esta situación ha cambiado en los últimos años con la salida de los hombres de sus comunidades y territorios (temporal o definitivamente) en busca de trabajos asalariados, dejando la jefatura familiar en manos de las mujeres. Ellas, que según FAOSTAT representan dos tercios de los productores pecuarios del mundo, se encargan de los animales de traspatio (usualmente aves de corral) y, con mayor frecuencia, del pastoreo de animales; cultivan huertos, plantas medicinales. Además, realizan actividades domésticas (también denominadas reproductivas), como limpieza de casa y ropa, preparación de alimentos y de cuidado de niños y ancianos; e incluso, si les es posible, se integran al mercado laboral. Cuando estas tareas se cuentan en total de horas de trabajo, las jornadas diarias de las mujeres, incluso de las más jóvenes, resultan onerosas.

Por su parte, la juventud también se integran como apoyo en las explotaciones familiares y suelen realizar actividades según su género. Las jóvenes ayudan a sus madres en actividades productivas y de cuidado, mientras que los jóvenes ayudan o toman el cargo de algunas actividades que pudo dejar el padre ausente. En ambos casos, se integran a los empleos remunerados y pueden aportar sus salarios al ingreso familiar, sin dejar de lado sus actividades al interior de sus explotaciones y núcleos domésticos.

Considerar las situaciones mencionadas anteriormente puede ayudar a comprender las estrategias productivas y de toma de decisiones en la agricultura familiar, así como a diseñar mejores proyectos y programas. Para esto la FAO, en colaboración con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), el Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), ha desarrollado la metodología denominada Análisis Socioeconómico y de Género (ASEG).

El ASEG busca incorporar en los proyectos, documentos y programas dirigidos a las áreas rurales la perspectiva de género, visibilizando las aportaciones diferenciadas de todos los miembros de la familia al interior de las explotaciones. Introducir la perspectiva de género permite reconocer que tanto hombres como mujeres y jóvenes son actores del desarrollo en las zonas rurales y que deben tener acceso igualitario a los recursos, a la toma de decisiones y a sus beneficios.

La FAO ha dividido la realidad rural en tres niveles de intervención, micro (en las comunidades), meso (en las instituciones/organizaciones) y macro (en las políticas públicas), y ha desarrollado tres manuales para cada uno de los niveles.

El Manual de Campo ASEG, en el nivel micro, proporciona herramientas de análisis y comprensión de las comunidades a los técnicos en terreno. A partir de éstas, se les invita a considerar las obligaciones socialmente establecidas de hombres y mujeres (sus roles de género) y así mejorar las intervenciones, fomentando la participación local.

En el nivel meso, el Manual Intermedio ASEG está diseñado para ayudar en la evaluación de los mecanismos al interior de diversas instituciones/organizaciones. Establece que mediante la inclusión de la perspectiva de género puede mejorarse el desempeño organizacional si se asegura la participación de todos y todas, teniendo en cuenta sus potenciales y capacidades.

Con el Manual Macro ASEG, los responsables de la toma de decisiones en el más alto nivel pueden generar políticas agrícolas y macroeconómicas a través de un marco conceptual y metodológico para la planificación del desarrollo participativo.

De esta forma, la metodología ASEG persigue reconocer el trabajo y la participación cotidiana que hombres, mujeres y jóvenes realizan en diversos espacios de la actividad agropecuaria. La agricultura familiar, fundamental para comprender el desarrollo de los territorios rurales, también está considerada en las guías técnicas ASEG, brindándole estrategias sobre gestión del agua, microfinanzas, ganadería o programas de emergencia y rehabilitación. Así, la FAO coloca en el centro de sus intervenciones a la explotaciones familiares persiguiendo, con ello, mejorar su productividad.

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